domingo, 24 de marzo de 2019

A la de siempre.

Ahora no sé dónde estoy, 
pero estoy, y más ondulada que nunca.
Ya no me siento cansada de mí, 
ni del viejo ni del nuevo, ni de todo lo que viene.
Ya no soy el fruto de una ola gigante 
porque no estoy chocándome continuamente
contra mí misma.
“Déjame hacerte” repetía, entre sollozos secos, 
ahumada e inconsciente, con unos cristales
delante de los ojos, transparentes, 
que no me dejaban ver.

Ahora soy parte del agua que bebo, 
del que sudo y del que aspiro.
Cierro los ojos y no me lleno.
Me vacío cada día porque ahora sí. 
Sigo sin saber dónde estoy, 

pero soy.

¿A quién?

De tantos favores que te pedí
olvidé hacérmelos a mi.
Ni robaste ni regalé,
huiste para que no lo hiciera yo,
y esperando tu permiso estuve
tantas noches como dobles días.

A veces en los balcones no cabe el llanto,
solo palpita y ondea.

En algún momento podré hablarme
sobre la vuelta, los seísmos, las gárgolas de hueso,
las aguas secas, la velocidad...
Podré darle nombre a la miseria 
para no crear la mía, y así, 
rotar sobre el propio eje

hasta explotar las burbujas de color violín.

sábado, 19 de enero de 2019

S’il vous plaît.

Solo te pido un favor, 
sé que es difícil,
que no sabrás cómo hacerlo,
cómo encontrar el portal.

Ya me he enterado de que podías 
quedarte para hacer mi cama desde dentro.
Me has prendido el pecho, 
lo siento ardiente,
sin fuerza para escribirte otro más.

De ti ascienden gotas, no bajan. 
Lloro que la burbuja 
fue reventada por tus manos punzantes.

Todo lo que tocabas no se rompía, 
hasta que me tocaste a mi:
las violetas fueron llanto, 
empecé a escribirte desde cerca,
a desvanecerme en pedazos de ti
durante toda la noche, 
y a intentar arrancarte de raíz. 

Pero se cayó el universo sobre mi, 
me metí en una habitación gris, y todavía 
sigo con las ganas de decirte 
lo adecuada que era tu chispa.

Encuentra la manera de salir de mi, 

yo sola no puedo.

domingo, 13 de enero de 2019

Volver.

A ritmo de cajón quiero ser,
encontrar a quien perdí por estar en mí,
atenta a lo que decía alguien sin voz,
amarrada a una silla de electricidad neuronal.

Me ruego cada día
fundir la piedra que llevo dentro,
porque no se derrite ni deja avanzar,
porque se hunde y llegará a mi espina,
sonará y no habrá más.

Voy a recrearme,
nunca olvidarme de estar,
darle voz a mis piedras.
Y si me tengo que amarrar
que sea a un viaje espacial.

Solo a ti.

Incluso tú te estás hartando de ti.
Ya que me has metido en el cajón de los tornillos,
el segundo, quizás el tercero:
aprovecha que no estoy
y haz lo que habrías hecho
aunque yo estuviera mirando.

No te hartarás de ti nunca.
Practica la mezquindad.
Te has llenado envasándome al vacío,
perforando mi pecho de mármol
a golpe limpio y fino.
¿Ya sientes el poder?

A esto me refería.